Dar libertad de decisión al niño es una medida adecuada para su formación, pero también es indispensable que los padres hagan hincapié en el respeto a las normas de convivencia a la vez que no toleran actitudes de violencia, abuso y caprichos sin sentido. Todos los niños necesitan una guía adecuada para su conducta, y la clave para lograrlo consiste en fijar límites con base en explicaciones coherentes y buen ejemplo.

Algunos consejos que pueden ayudar a cumplir este objetivo son los siguientes:

Hablar con objetividad. Es frecuente que los padres usen frases como “pórtate bien”, “sé bueno” o “no hagas eso”, las cuales carecen de significado en muchas ocasiones porque, sencillamente, el niño no sabe aún qué es comportarse adecuadamente. El entendimiento será mayor cuando se planteen expresiones concretas y con límites específicos que digan exactamente lo que se debe hacer: “dale de comer al perro ahora” o “agarra mi mano para cruzar la calle” son buenos ejemplos de esto.

Dar opciones. En ocasiones es posible decirle al niño lo que tiene que hacer a la vez que se le da la oportunidad de elegir, a fin de que cuente con una sensación de poder y control que disminuya su resistencia a cumplir una orden. Muestra de esto son las expresiones: “es hora del baño, ¿lo quieres tomar en la ducha o tina?”, o bien. “es hora de vestirse, ¿eliges tu ropa, o lo hago yo?”.

Actuar con firmeza. Cuando el niño se resista a la obediencia en aspectos realmente importantes es necesario que los padres impongan un límite firme para indicarle que debe cambiar su actitud de inmediato. Aunque para tal caso se utiliza un tono de voz seguro, se deben evitar gritos y expresiones llenas de ira como “ve a tu habitación ahora mismo y terminas la tarea” o “¿qué te pasa?, los juguetes no son para tirarlos”. Se sabe que es más fácil para un niño cumplir órdenes que suponen que se cuenta con la opción de obedecer o no, como cuando se dice, con tono sereno, convincente y de complicidad: “¿por qué no llevas tus juguetes fuera de aquí?” o “debes hacer la tarea”.

Acentuar lo positivo. Todos los chicos son más receptivos cuando se les dice qué hacer en vez de qué no hacer. Así, en lugar de órdenes como “no grites” o “no corras”, se recomienda indicarle “habla bajo” o “camina despacio”. Decirle “no” a un niño indica que hace algo inaceptable, pero no explica qué comportamiento se espera de él.

Mantenerse al margen. Cuando se dice: “quiero que te vayas a dormir ahora” o “tienes que comer en este momento”, los padres crean una lucha de poder con su hijo. Una buena estrategia es hacerle entender la regla de modo impersonal, por ejemplo: “son las ocho, hora de acostarse” o “son las dos, hora de comer” y enseñarle el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.

Explicar por qué. Cuando un chico entiende el motivo de una norma de conducta como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla y pronto desarrollará valores internos de comportamiento que formarán su propia conciencia de lo que es bueno y malo. Ante todo, son mejores las explicaciones breves; por ejemplo: “no muerdas a las personas, eso les hará daño” o “si rompes los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos”.

Sugerir alternativas. Al aplicar límites en el comportamiento del niño es válido ofrecerle otra opción que haga sonar menos negativa una prohibición y le permita sentirse con menos desventaja al ver que sus sentimientos y deseos son aceptables. De este modo, es adecuado decir: “hijita, mis cosméticos son para arreglarme y no para jugar; pero mira, aquí tienes un crayón y papel para pintarlo” o “no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después”.

Ser consistente. Las rutinas importantes para el buen funcionamiento de la familia se deben cumplir de manera constante y sin excusas, ya que de esta manera es más fácil fijar límites en la educación del menor. Considere que una rutina flexible (como irse a dormir a las ocho una noche, a las ocho y media en la próxima, y a las 9 ó 10 en otras) invita al niño a crear resistencia y a no apegarse a lo que se le dice.

Desaprobar sólo la conducta. Es muy importante que al llamar la atención se indique que el padre está en desacuerdo con el comportamiento y no con el pequeño; de esta manera, lejos de gritarle “niño malo” o “no puedo controlarte cuando actúas de esta forma” (dándole a entender que es una persona negativa o un “mal hijo”), se deben emplear frases como “estas latas no son para jugar, deben permanecer en la alacena de la cocina y son para que comamos”.

Manejar emociones.  Cuando los padres están muy enojados castigan con mayor severidad y pueden perder objetividad. Es necesario conducirse con calma, tomar aire profundamente y contar hasta 10 antes de reaccionar, mostrando así al niño, con el ejemplo, que una conducta fuera de control no tiene razón de ser. Así, ante una rabieta o un berrinche conviene que el padre reflexione un poco antes de hablar, se serene y pregunte después con calma: “¿qué sucedió, hijito?”

Por Carolina Jaque
Psicóloga